La vuelta de tuerca neoliberal: salarios bajos y protección social flexibilizada
Iniciado su segundo año de gobierno, la Alianza Cambiemos ha redoblado la apuesta en su opción estratégica por un modelo de inserción pasiva con respecto a las corrientes financieras y comerciales internacionales. La estrategia, discutible desde el punto de vista del desarrollo y la mejora en las condiciones de vida de las mayorías, resulta aún más controvertida en un contexto internacional que ofrece más riesgos que oportunidades a las naciones subdesarrolladas.
La desregulación plena de la cuenta capital, desaconsejada hasta por el propio FMI, fue perfeccionada en los primeros días de 2017 con la eliminación del plazo mínimo de permanencia para los capitales especulativos. Se trata de una decisión que exacerba las condiciones de vulnerabilidad de la economía argentina frente a los cambios en los flujos de liquidez global.
Con la misma lógica, el flamante ministro de Hacienda definió al proceso de apertura comercial como una “ayuda” en la batalla contra la inflación. En un escenario internacional crecientemente proteccionista, con excesos de oferta y situaciones de deficiencia de demanda crónica, el Gobierno insiste en abrirse al mundo a cambio de nada: los precios de los bienes importados evolucionaron prácticamente al mismo ritmo que los nacionales. Como era esperable, sus impactos no fueron neutros para la economía real: en menos de un año ya se ha verificado un desplazamiento de producción nacional por aquélla de origen importado.
El Gobierno direcciona sus energías para acelerar el proceso de redistribución del ingreso desde el trabajo hacia el capital. El próximo paso de esta agenda consiste en aumentar la flexibilización laboral y reducir los aportes a la Seguridad Social. Desde su punto de vista, ello constituye una condición necesaria para impulsar la inversión y el empleo. La concepción neoliberal del salario como un mero costo, y del derecho al trabajo como una mercancía más que “se come y descome”, quedó descarnadamente expuesta en las escandalosas definiciones del secretario de Empleo de la Nación.
No deja de sorprender que, sin demasiada resistencia de actores sociales y políticos relevantes, hayan sido reflotados ciertos planteos de la ortodoxia que se creían clausurados dadas las incontrastables evidencias teóricas y empíricas que impugnan sus hipótesis. Resurge de sus cenizas la vieja teoría del “derrame”, siempre presente en las propuestas “ofertistas” del credo neoliberal.
Lo cierto es que en el marco de un modelo económico que promueve la acumulación financiera por sobre la productiva, la redistribución del ingreso desde el trabajo al capital redundará en un achicamiento del mercado interno. El excedente restado a la acumulación productiva terminará más tarde o más temprano engrosando la fuga de capitales. Ha sido la secuencia inevitable de todos los ensayos neoliberales en la Argentina. Esta vez no ti ene porqué ser diferente.
Mercedes Marcó del Pont