La macroeconomía como integralidad

A pesar de las señales evidentes de desequilibrios que se consolidan en la economía argentina, algunos de manera manifiesta y otros más solapados, el Gobierno insiste en afirmar que la macroeconomía goza de buena salud gracias al ordenamiento de las cuentas fiscales que ha permitido reducir el ritmo de la inflación. Esta mirada reduccionista era hasta hace pocos meses acompañada por gran parte del establishment local y también internacional, con el FMI como vocero calificado. Al poder económico, sin embargo, le está siendo cada vez más difícil ignorar que la continuidad del modelo que les garantizó altas rentas financieras está seriamente en cuestión.
Es habitual que el pensamiento convencional tienda a privilegiar ciertas variables sobre otras a la hora de evaluar el comportamiento de la economía, en un abordaje donde lo que ocurra con indicadores tales como el crecimiento, la inversión, el desempleo y aun los balances externos está subordinado al devenir de las cuentas fiscales y la estabilidad de precios. Esta visión fragmentada de la dinámica macroeconómica, donde parece haber variables de primera y de segunda jerarquía, ha fracasado una y otra vez, incapaz de sortear las estrechas vinculaciones que existen entre los distintos agregados que integran el sistema económico.
La estabilidad considerada como un valor en sí mismo, descontextualizada de las condiciones que la generan, es un rasgo permanente de los programas neoliberales. Argentina ha transitado etapas de estabilización de precios que tuvieron como contracara la desindustrialización, la degradación en las condiciones del empleo, el incremento en la desigualdad, el endeudamiento externo y la inestabilidad financiera. Estos programas evidenciaron siempre sus pies de barro, particularmente asociados a la acentuación de los problemas de restricción externa, desembocando en una crisis con severas consecuencias sobre el entramado social y productivo. A menos de dos años de haber asumido, el modelo MIlei nos coloca en un escenario de igual naturaleza.
Un recorrido por las diversas variables que describen el funcionamiento de la economía a partir de diciembre de 2023 deja al descubierto los costos acarreados por la estabilidad ficticia y el superávit fiscal viabilizado por la “motosierra”. En la comparación respecto a noviembre de 2023, año atravesado por un deterioro en la mayoría de los indicadores económicos y sociales, el Gobierno tiene, sin embargo, poco de qué presumir.
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Revista Fide, Coyuntura y Desarrollo nº 425, 29 de septiembre de 2025.