Matías Maito y Pablo Romá


Matías Maito y Pablo Romá, respectivamente
“Nuestra hipótesis de trabajo es que la gran disputa en el mundo del empleo tiene que ver con el tiempo de trabajo; se trata de una consecuencia directa de la caída de los ingresos de las y los trabajadores, pero también refleja cambios más profundos en las percepciones y las identidades, producto de que el trabajo ha dejado de ocupar el lugar de centralidad absoluta que tenía en la vida de las personas.”
Entre las múltiples transformaciones de las que hay que dar cuenta para pensar un futuro común están las relacionadas con el mundo del trabajo y los ingresos. Invitamos a dos investigadores, expertos en la materia, para charlar sobre las nuevas formas de empleo, las representaciones e identidades que se vienen gestando en torno a estos cambios y a las realidades del mercado de trabajo y su relación con las nuevas o no tan nuevas derechas.
Se trata de Matías Maito y Pablo Romá. Dos jóvenes investigadores, Matías es director del CETyD, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la UNSAM, y Pablo es director de la Consultora Circuitos y colaborador de la Fundación Friedrich Ebert (FES) en trabajos de campo sobre los votantes blandos de Milei y las nuevas formas de empleo.
FIDE: En los múltiples análisis y encuestas que se realizan para entender y proyectar el voto a los distintos espacios políticos se discute en torno a cuánto pesa “el bolsillo”, es decir, la situación económica, y cuánto influyen otros elementos más relacionados con las percepciones de las personas y de las y los trabajadores. Sin pretender ser originales, les preguntamos: ¿es el bolsillo o hay algo más? ¿qué es eso que no es el bolsillo?
Pablo Romá: Con la Fundación Friedrich Ebert (FES) venimos trabajando en el análisis de las representaciones y las configuraciones que aparecen en aquellos que votaron a Milei sin ser parte de su núcleo duro, es decir, sin estar
en un todo de acuerdo con la agenda libertaria más extrema[1]. Este subconjunto incluye a quienes en la primera vuelta no votaron a la fórmula Milei-Villarruel, pero que la acompañaron en el ballotage. Una parte importante de ese electorado son trabajadoras y trabajadores y sobre este grupo hemos hecho estudios más específicos vinculados con las nuevas formas del trabajo.
Una primera clave para entender el fenómeno Milei es que hay una relación elástica entre la idea de la esperanza y el sacrificio que le propone a la sociedad. La situación económica, el sacrificio que implican las principales decisiones del Gobierno, sumado a otros sucesos de público conocimiento, han generado un desgaste. Este desgaste está relacionado con la evolución de las variables económicas, con la caída de los ingresos y las dificultades que hoy tiene muchísima gente para llegar a fin de mes. En los términos de la pregunta, el desgaste tiene una relación directa con “el bolsillo”.
Estas dificultades se han ido extendiendo entre las y los trabajadores. En el último trabajo de la FES[2], el subtítulo ya adelanta una de las conclusiones: “cuántas changas para un salario digno”. No se trata de un fenómeno local, algo que sucede solo en la Argentina; se trata de una escena global. Hay una cantidad creciente de la población que cada vez vive peor con sus ingresos. Esta situación se verifica aun cuando las personas tengan un trabajo y, en muchos casos, aun cuando ese empleo sea en relación de dependencia y registrado.
En este fenómeno se presenta una primera complejidad que es difícil de entender para la política e incluso para las organizaciones sindicales. Previamente, el objetivo era tener un trabajo y, una vez que eso ocurría, una parte importante de la vida de esa persona y su familia se normalizaba o se aseguraba. Eso ya no es del todo cierto.
Entonces, el “bolsillo”, el factor económico, influye, pero, al mismo tiempo, las representaciones, las subjetividades y las identidades han ido cambiando y, además, estos cambios se presentan de manera fluida y/o combinada. Lo que nosotros detectamos en el trabajo de campo que hemos realizado es que hay una relación muy fluida entre las formas tradicionales y las nuevas formas del trabajo. Esto quiere decir que las divisiones entre los tipos de empleo y las representaciones que las personas tienen respecto de las distintas vías por las que perciben ingresos se han ido entremezclando.
Y dentro de esas “nuevas formas” hay algunas que ya tenemos más identificadas, que son las que están vinculadas a las plataformas de traslado (UBER, Cabify, Rappi, etc.), y otras que nosotros denominamos “novísimas”, que están menos tipificadas como trabajo y que se refieren a las apuestas, a plataformas como OnlyFans, a las múltiples opciones de inversión financiera (como una vía permanente de generación de ingresos), entre otras. Se trata de actividades que, a priori, no son vistas como un trabajo, pero que, para este universo al que nos referimos, son un trabajo porque de allí proviene una parte de sus ingresos o el total de ellos y porque son actividades a las que les dedican tiempo y esfuerzo para obtener un beneficio económico.
Por último, estos trabajos en plataformas también incorporan otros elementos que son importantes para las y los trabajadores respecto al uso del tiempo y las tareas de cuidado y, contrariamente a lo que algunos piensan, no suponen trabajadores que desarrollan sus actividades en soledad. Hay una red en la que los trabajadores reciben distintos tipos de apoyo: desde el coacheo para hacer más rentable el negocio hasta redes de seguridad para cuidarse, protegerse.
Matías Maito: Coincido con Pablo; nuestra hipótesis es que la gran disputa en el mundo del trabajo, en la actualidad, tiene que ver con el tiempo de trabajo. No solo respecto de la relación entre el o la trabajador(a) y su tiempo, o el de la empresa respecto de sus trabajadores, sino también en relación con cuánto vale el tiempo de trabajo, con cuánto se trabaja y cómo se organiza el tiempo de trabajo.
Los datos indican que el gran problema de nuestro mercado laboral en la actualidad es un problema de ingresos. Los ingresos están en niveles muy bajos y hay un nivel de heterogeneidad muy alto entre los distintos trabajadores.
El trabajo en el sector privado registrado recuperó más o menos el nivel de ingresos que tenía antes de la devaluación que produjo Milei a fines de 2023. Los ingresos reales sufrieron una primera caída muy fuerte producto de la devaluación y su impacto en la inflación. Luego, los ingresos de este sector se fueron recuperando hasta un techo, el techo actual. Se trata de un techo introducido por el Gobierno que ha sido utilizado, al igual que el tipo de cambio y la apertura importadora, como herramienta para combatir la inflación.
Pero también hay que tener en cuenta que, si bien el sector privado recuperó el poder de compra del salario respecto de la situación de noviembre de 2023, se trata de un valor relativamente bajo en términos históricos. Los ingresos reales de los trabajadores del sector privado están más o menos entre un 15% y un 20% por debajo de los valores de 2017. En otros sectores la situación es muchísimo peor —por eso hablamos de heterogeneidad—; por ejemplo, en el caso de los ingresos de la administración pública nacional o de los docentes
universitarios la caída real de los salarios es del 25%-30%[3]. Es decir, en un año y medio estos trabajadores y trabajadoras perdieron entre un cuarto y un tercio de sus ingresos… es una catástrofe. En el caso de las trabajadoras de casas particulares, la contracción es del 30% y, en el caso del salario mínimo, vital y móvil (SMVM), que era una institución muy importante, la caída es aún mayor.
Los salarios ya venían perdiendo terreno, primero con Macri y después con la pandemia, pero además se está produciendo un achicamiento de la cantidad de trabajadores en el sector formal. Entonces, para resumir, tenemos problemas de ingresos en el sector formal, a lo que se suma un sector formal que se va achicando. Ninguno de los dos efectos es nuevo, pero combinados son determinantes. Es una situación que profundiza una problemática estructural de nuestro mercado de trabajo donde aproximadamente la mitad de los trabajadores, ya antes del gobierno de Milei, trabajaban en la informalidad, ya sea porque tienen un jefe, pero su relación es de tipo informal, o porque trabajan de manera independiente y la mayoría lo hacen en trabajos de baja calificación y bajos ingresos.
La consecuencia directa de este problema de ingresos es que hay una necesidad de trabajar más horas. De trabajar más horas en dos sentidos: en primer lugar, se tiende a incorporar más miembros de una misma familia al mercado de trabajo para compensar la falta de ingresos. Esto es lo que los laboralistas denominan fenómeno del “trabajador adicional”: la mujer, los chicos en edad de estudiar que deben asumir responsabilidades laborales para colaborar o las y los jubilados que deben hacer lo propio para completar sus jubilaciones y/o aportar en el hogar de sus familias. También existe la necesidad de que las familias colaboren con el ingreso de los hogares de sus adultos mayores, por la caída en el poder adquisitivo de las jubilaciones.
En las estadísticas este fenómeno se traduce en un incremento en la tasa de actividad. Hoy la tasa de actividad en la Argentina está en valores muy elevados. Aquellos que buscan trabajo y no lo encuentran no son tantos como en otras épocas; la tasa de desempleo no está tan elevada. Estamos muy lejos del 20% del desempleo de 2001, pero el porcentaje de personas que buscan empleo y no lo consiguen va creciendo. Estamos en valores parecidos a los de 2021, es decir, en valores de la pospandemia. En el segundo trimestre de 2025 la tasa de desocupación se ubicó en 7,6%. En resumen, el bolsillo tiene un impacto importante.
FIDE: Es interesante también que el neoliberalismo haya ido generando las condiciones para el declive de la participación del salario en el ingreso y, al mismo tiempo, ese mismo espacio político o de ideas es exitoso para inocular una explicación que permite legitimar esta trayectoria. ¿Les parece correcta esta explicación?
Romá: En la medida en que se torna necesario completar ingresos, estas nuevas formas para obtener recursos se extienden y se entremezclan con los trabajos tradicionales. Pero estos nuevos empleos también cambian las representaciones y en el trabajo de campo aparece con claridad una narrativa seductora en torno a estos mecanismos autogenerados y gestionados para generar ingresos. La derecha apela a esta transformación y le da valor; la desvincula de la contracción económica y le otorga valor social, asociándola a otras representaciones.
La idea es que cada uno de nosotros puede ser su propio jefe, que las cosas las podés hacer vos mismo, que podés controlar tu tiempo de trabajo, tus horas de trabajo, podés poner en juego tu propia creatividad. No se trata de la idea tradicional de meritocracia; el discurso de las derechas le ha podido dar encarnadura a esta realidad y vincularla con la posibilidad de construir una salida individual a la crisis.
Esta narrativa es muy importante y es seductora: lo que se plantea, fundamentalmente, es que la salida es a través de tu propio esfuerzo, tu creatividad y con lo que vos sos capaz de hacer por tu cuenta. Por este motivo, la cuestión del tiempo es central para una parte importante de las y los trabajadores, y estas nuevas formas de empleo se articulan en torno a esa “libertad” para disponer del tiempo que se trabaja.
En un mercado de trabajo que ofrece salarios bajos y condiciones de trabajo muy malas para una parte importante de los trabajadores, estas nuevas formas de empleo y las representaciones que vienen asociadas a ellas constituyen una construcción social muy potente.
También aparecen otros deseos, más allá del trabajo. Hoy los trabajos no definen a las personas como lo hacían hace unas décadas. El peso de la vida que cada uno de nosotros tiene, más allá del trabajo, ha ganado valor e incluso es parte de lo que se muestra en las redes sociales, de la forma en la que te presentás o definís ante los otros.
Hoy se ha generado una especie de romantización de la flexibilización que termina en situaciones de auto-explotación. Hay una distancia entre lo que se pregona o se presenta en esta nueva narrativa del trabajo inde-pendiente y la realidad, y también hay muchos traba-jadores y trabajadoras que son conscientes de esta discrepancia. Hay una primera sospecha que aparece en las condiciones que impone la realidad: “¿Cuántas horas tenés que trabajar para ganar una cantidad determinada de dinero?” Y allí las y los trabajadores plantean un cuestionamiento. En segundo lugar, aparece cierta sospecha relacionada con la tecnología. En tanto y en cuanto estas nuevas formas de empleo se expanden, se produce un incremento de la oferta de trabajadores en las plataformas que, como operan bajo la estricta lógica del mercado, bajan los precios, es decir, las remuneraciones. Esta sospecha también está presente: “terminamos siendo esclavos de la plataforma, esclavos de la demanda”. Y cuanto más trabajadores y trabajadoras haya en las plataformas, peor es la remuneración.
FIDE: Las y los trabajadores se percatan, como no podía ser de otra forma, de la realidad más allá del relato, pero prima la necesidad de completar los ingresos familiares y se afinca la idea del Estado como un estorbo, como una de las explicaciones de las dificultades que atraviesan el trabajador y su familia. También se producen brechas entre trabajadores, un combo complicado para las representaciones, ¿cierto?
Romá: Efectivamente, es importante tener claro que existen estas sospechas y que aumentan en la medida en que parece difícil establecer un diálogo entre los distintos sectores del trabajo. Se produce una polarización donde los trabajadores y sus representantes en la economía formal rechazan la idea de trabajo en las plataformas por sus características, por la falta de derechos. Esto produce una desconexión que no conviene porque estas nuevas formas de empleo son parte del mundo del trabajo y tampoco le sirven a la política para entender lo que está pasando, y mucho menos a las organizaciones sindicales.
Yo creo que hay un punto importante también para pensar estas nuevas formas de subjetividad o estas representaciones o, como decimos en el trabajo, identidades. Estas nuevas subjetividades también ayudan a entender algo sobre la percepción del Estado, la percepción de las organizaciones sindicales. El corrimiento del Estado en muchas áreas aparece asociado a la idea del Estado como un obstaculizador, como generador de situaciones de injusticia, asociado a los problemas en la distribución de la riqueza o a la idea de “los parásitos”, “los ñoquis”, entre varias categorías.
Hay un desplazamiento entre lo que uno podría definir como la conciencia del trabajador y la conciencia ciudadana. Ahí se produce una distancia. Si uno mira la discusión política, teórica, sociológica del siglo pasado, esa distancia siempre ha tratado de achicarse, de establecer una relación más directa, más clara entre la posición estructural como trabajador y la posición política. Hoy esa distancia es grande; se ha ensanchado.
Nosotros entendemos que esta distancia tiene que ver con que este proceso de transformación implica que lo que antes era una conquista colectiva, como puede ser el salario, hoy es visto como una cuestión individual. Y en esa concepción de la responsabilidad individual es mejor que el Estado no se meta y las personas puedan ver cómo hacen para generar sus propios ingresos. Si esto me corresponde, es mi responsabilidad; es mi propio esfuerzo. Yo no quiero que el Estado se meta y tome una parte de mi ingreso. No quiero que venga el sindicato y tome una parte de mi ingreso. Esto se ve con total claridad en el trabajo de campo con las y los trabajadores de plataforma.
Respecto de las organizaciones sindicales, se observa una situación diferente en relación con las y los delegados y los dirigentes que están más arriba en la estructura. La relación es más fluida con los primeros, donde hay más cercanía y confianza, y se va diluyendo a medida que se escala en las organizaciones. Ahí se produce una opacidad; empieza a nublarse; no queda claro qué es lo que pasa entre lo que se discutió en la fábrica o en el lugar de trabajo y las decisiones que se toman arriba.
Este es un tema importante para fortalecer a las organizaciones de las y los trabajadores y no acentuar la individualización de problemas que son colectivos. La escucha directa es fundamental para poder entender lo que pasa y también para ver y entender este cambio en las percepciones.
También hay una necesidad de democratizar los algoritmos de las plataformas. No se sabe cuánta gente trabaja, cuántas horas se trabaja y eso es muy importante. Tampoco conocemos exactamente cuánto es lo que gana la plataforma en cada una de las operaciones y los porcentajes que se conocen son diferentes entre sí; van del 20% al 30%. Sin estos datos es muy difícil poner en cuestión esta narrativa tan seductora, que se instala en torno a la libertad para administrar el tiempo de trabajo y la creatividad que cada uno le pone a lo que hace por sí mismo, sin un jefe.
FIDE: A esto se suma el desafío de la generación de empleo. ¿Cómo ven la relación entre el modelo econó-mico y la generación de empleo?
Maito: Los trabajadores formales van perdiendo poder adquisitivo y cada vez hay menos trabajadores y tra-bajadoras formales porque este es un modelo que básicamente no genera empleo formal. El patrón sectorial de este modelo económico hace que las actividades que se promueven sean aquellas que no generan empleo: no se generó empleo cuando la actividad económica cayó, pero tampoco se generó empleo en los meses en los que las estadísticas indican que hubo crecimiento.
Los únicos empleos que genera este modelo son de carácter informal y/o independiente. En lo que va del gobierno de Milei, el empleo formal se contrajo; los únicos empleos que crecieron son los informales y el trabajo independiente. Hoy hacen falta más trabajadores y más horas de trabajo para que un hogar logre el mismo nivel de ingresos.
FIDE: ¿Cuáles son los sectores en los cuales se observa un crecimiento del empleo?
Maito: En términos sectoriales, la creación de empleo estuvo concentrada en cuatro o cinco sectores: comercio, hoteles y restaurantes, transporte, agricultura y algunos sectores de servicios comunitarios. El empleo que crearon estos sectores fue básicamente informal e independiente. No tenemos mucha más información por la opacidad a la que hacía referencia Pablo respecto del trabajo en plataformas. Pero vemos que cada vez hay más trabajadores haciendo repartos en Rappi o trasladando personas en Uber. Creemos que podría estar creciendo el trabajo en plataformas porque algunos de los pocos sectores que generan empleo coinciden con aquellos característicos de la economía de plataformas[4]. A esto se suma la dificultad de establecer si el incremento en los monotributistas está relacionado o no con las plataformas porque algunas de ellas, de hecho, le exigen al trabajador que se registre ante la AFIP/ARCA como monotributista.
FIDE: También parecería importante la consideración de lo que en la Argentina se denomina “economía popular”. Se trata de un conjunto importante de trabajadoras y trabajadores que han ido generando su propio empleo, que se han nucleado en cooperativas y que, en muchos casos, llevan adelante tareas importantes para la comunidad, por ejemplo en los comedores, en los espacios de primera infancia en los barrios o en el trabajo de reciclado. ¿Cuál es tu visión al respecto?
Maito: Respecto de la economía popular, en mi opinión, lo primero es poder identificar correctamente o delimitar qué es y qué no es “economía popular”. Porque muchas veces se incluye en la categoría de “economía popular” todo lo que está por fuera del empleo formal y yo no estoy de acuerdo con esa visión, que me parece que simplifica un universo que es muy heterogéneo y que requiere distinto tipo de abordajes. Partiendo de allí, creo que es necesario pensar en acciones concretas para institucionalizar y fortalecer la economía popular, en tanto y en cuanto hablamos de unidades productivas muchas veces organizadas en cooperativas, que generan valor o que tienen el potencial para hacerlo. En estos casos se presenta una típica disputa relacionada con la apropiación de ese valor, que es la disputa clásica en cualquier relación de trabajo.
Ejemplos de esta dinámica se presentan en el caso de los recicladores, de las cuidadoras, de los pequeños emprendimientos textiles, todas unidades donde se genera valor. En estos casos, las y los trabajadores tienen un patrón, que muchas veces está oculto y que no es el Estado. Y los trabajadores se apropian de una parte muy chiquitita de ese valor.
Entonces, la discusión es cómo se distribuye el valor en esas relaciones que en definitiva son o deberían ser relaciones capital-trabajo y no relaciones Estado-trabajo. El objetivo es desarrollar políticas para lograr que estos trabajadores puedan apropiarse de una porción más grande del valor generado. Se trata de una discusión importante tanto por su impacto en los ingresos y en las condiciones de trabajo de la economía popular como por la necesidad de delimitar correctamente la operatoria de las cooperativas y su relación con el Estado.
FIDE: Volviendo a la heterogeneidad del mercado de trabajo y los efectos de la economía de plataforma, ¿con qué criterios o premisas deberíamos pensar los desafíos del mundo del trabajo en clave nacional y popular?
Maito: Nosotros venimos trabajando en cuatro ejes que nos parecen muy importantes para pensar los desafíos del mundo del trabajo. Lo planteo en términos de ejes y no en términos de reformas del mercado de trabajo, porque las reformas que se proclaman no sirven para solucionar ninguno de los problemas que se presentan hoy en el mundo del trabajo. Nosotros proponemos cuatro ejes de análisis: distribución, crecimiento, límites a la absorción y nuevas subjetividades. Permítanme enumerar cada uno de estos cuatro temas:
Distribución: Tenemos problemas evidentes de distribución, que se manifiestan en los ingresos de la base de la pirámide. Tenemos un salario mínimo, vital y móvil (SMVM) que está tan menospreciado que ha perdido su característica de referencia. Para ser relevante, debería estar pisándoles los talones a los salarios más bajos de convenio. Hoy el SMVM es el 37% de la categoría más baja de convenio, cuando previamente alcanzaba el 85%. Luego tenemos problemas en la distribución más allá de la base, relacionados con el crecimiento de la rentabilidad de algunas empresas. Ahí está la discusión en torno a la participación de los trabajadores en las ganancias, pero también hay que tomar en cuenta que hay muchas empresas a las que no se les puede pedir que distribuyan mucho más; hay trabajadores que se desempeñan en empresas pequeñas o informales, en donde el problema no es que no se distribuya, sino que no tienen tanto margen para distribuir.
Crecimiento: Cómo hacemos para ampliar el margen de las empresas. ¿Cuál es el modelo de desarrollo? Lo cierto es que en nuestro país el crecimiento ha tenido una trayectoria problemática, insuficiente. Los períodos en la historia argentina de los últimos 50 años en los que el salario creció de manera sostenida son aquellos en que la productividad también creció de manera sostenida. El crecimiento no es garantía de distribución —la experiencia de los años ‘90 es elocuente—, pero sí es condición que haya crecimiento para que se distribuya. Debemos pensar en el mejor modelo de desarrollo para promover una mejor distribución y el mejoramiento de la calidad del empleo y los ingresos.
También es necesario discutir los desafíos de segunda generación, porque en la actualidad uno de los gran-des debates que atraviesa el mundo del trabajo tiene que ver con el impacto de las tecnologías y de la inteligencia artificial. En el caso argentino, lo que se observa es una brecha tecnológica enorme. La tarea es ver cómo cerramos esa brecha, cómo se reposiciona a las y los trabajadores cuyos puestos se transforman (que son la mayoría) y qué lugar ocupa la formación profesional. La tecnología promueve otro tipo de organización del trabajo y una relación muy diferente del trabajador con el proceso productivo, requiriendo soft skills (habilidades blandas) y una mayor polivalencia que debería implicar mayores ingresos.
Límites de la absorción: El crecimiento y el desarrollo tienen velocidades en el tiempo muy diferentes. En el modelo actual, por un punto de crecimiento de la actividad el empleo crece 0,1. Durante el primer kirchnerismo la elasticidad era muy alta, alcanzaba el 1,2; es decir, el empleo crecía más que la actividad. Con el actual modelo necesitarías 233 años para incorporar a todos los trabajadores. Entonces, es imprescindible pensar en una política de transición. No podemos plantear que la absorción vía crecimiento y desarrollo va a resolver todos los problemas. Aquí juegan un rol importante las políticas sociales, pero es necesario incorporar también otro tipo de abordajes. Entonces, ahí hay algo que hay que pensar desde las instituciones laborales que requiere mucha creatividad: ¿qué hacer con toda esa gente que necesita un trabajo, un ingreso y que no puede esperar 30 años… ¡mucho menos 233 años!
Nuevas subjetividades/Soberanía del Tiempo: Por último, respecto de las y los “novísimos trabajadores”, se trata de un colectivo que tiene nuevas demandas, identidades y subjetividades, más autonomía y donde la cuestión del tiempo es central. Lo primero que tenemos que hacer es reconocer esta realidad, no romantizarla pero tampoco estigmatizarla, reconociendo la legitimidad de esas demandas. Hay una parte de esa búsqueda de autonomía que responde a un tema de ingresos, pero hay otra parte que no tiene que ver con generar más
ingresos, sino con nuevas subjetividades. Si uno piensa en la manera en que se organizan las relaciones de trabajo, históricamente, hay como una suerte de trade-off (o compensación) entre riesgo y autonomía. El trabajador independiente, el trabajador que trabaja por su propia cuenta, tiene mucha autonomía: decide cuánto trabaja, cómo trabaja, cuánto vale su trabajo; decide él. Pero asume un riesgo elevado. Si gana, gana; y si pierde, pierde. En la relación de dependencia tradicional, el trabajador tiene un jefe. Cede su autonomía porque el jefe le organiza el trabajo, porque el jefe dice cuánto vale su trabajo, pero también gana en seguridad y, por lo tanto, disminuye el riesgo.
Creo que la gran disputa que tenemos en la actualidad en relación con esto es que el capital está revirtiendo esta compensación. ¿Cuál es la búsqueda del capital? Que el trabajador siga teniendo un bajo nivel de autonomía, es decir, el capital busca seguir organizando el proceso de trabajo, seguir diciéndole cuánto tiene que trabajar, cuánto vale su trabajo, poder despedirlo, pero también impulsa una transferencia del riesgo. Estos son, por ejemplo, los contratos de cero horas, donde el empleador no se obliga a darle horas de trabajo ni a pagarle determinado sueldo; es decir, el sueldo del trabajador está atado al negocio.
En términos más generales, ¿cómo hacemos para que el trabajador conserve la seguridad? Es decir, para que el trabajador no tenga que asumir el riesgo empresario, pero que gane autonomía para organizar su propio trabajo y su propia jornada de trabajo. Eso, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo llama “soberanía del tiempo”. Se trata de la capacidad que tienen las y los trabajadores de organizar su propio trabajo. ¿Qué posibilidades hay de ampliar los niveles de soberanía del tiempo? Es decir, la posibilidad de que los trabajadores tengan más potestad para organizar su jornada de trabajo y que esto no sea incompatible con los derechos laborales.
Romá: Coincido con Matías y agrego un dato referido al caso mexicano. La presidenta Sheinbaum impulsó hace poco la incorporación de 1,2 millones de trabajadores de plataformas al sistema de seguridad social mexicano[5]. Es un antecedente interesante. En la Argentina, durante la campaña de 2023, también se hicieron algunas propuestas respecto de utilizar la red de estaciones de servicio de la empresa YPF como plataforma para servicios básicos de los trabajadores de reparto y transporte de personas. Creo que las propuestas tienen que evolucionar para relacionarse con esta nueva realidad de las y los trabajadores.
Maito: Efectivamente, hay mucho por hacer. De acuerdo con nuestras estadísticas, y en relación con el uso del tiempo, hoy el 77% de los asalariados formales del sector privado trabaja con horarios fijos y nuestros estudios indican que, aproximadamente, la mitad de esos trabajadores y trabajadoras podría ampliar la soberanía de su tiempo de trabajo.
Por la vía de la recuperación de los ingresos (la distribución), por el aumento de la productividad (a través de un plan de desarrollo económico y social) y también por mejores condiciones de trabajo y mayor soberanía del tiempo, se podría disputar sentido y transformar al mismo tiempo.
En definitiva, se trata de poder ofrecer un horizonte de trabajo diferente pero sustancialmente mejor, con mejores ingresos y una cabida para las nuevas percepciones más vinculadas al uso del tiempo y la creatividad.
[1]https://argentina.fes.de/e/el-votante-moderado-de-milei.html
[2]https://argentina.fes.de/e/publicacion-las-y-los-novisimos-trabajadores.html
[3]https://noticias.unsam.edu.ar/2024/08/13/nuevo-informe-del-cetyd-los-trabajadores-de-las-universidades-nacionales-perdieron-un-cuarto-de-su-salario-en-8-meses/
[4]https://noticias.unsam.edu.ar/2025/07/28/crece-el-refugio-en-el-trabajo-en-plataformas/
[5]https://www.gob.mx/presidencia/prensa/mexico-primer-pais-en-otorgar-seguridad-social-completa-a-trabajadores-de-aplicaciones







