Revista FIDE n°422
Cediendo soberanía en un mundo que se repliega en la autonomía estratégica
A lo largo de sus quince meses de gestión, el Gobierno ha ido sembrando nuevos y profundizando viejos condicionantes estructurales al desarrollo. Se trata de un rasgo que atraviesa prácticamente todas sus decisiones. Entre ellas se destaca la política exterior, que ha abandonado todo objetivo orientado a priorizar el interés nacional y regional, buscar la mejor inserción en el convulsionado escenario global o ampliar los grados de autonomía. La política exterior argentina ha quedado reducida a la reproducción (y sobreactuación) de los exabruptos políticos, económicos y humanitarios de los Estados Unidos de Trump.
Hasta el momento la Argentina no ha podido cosechar ningún beneficio concreto de este alineamiento unilateral. No hubo piedad a la hora de aumentar aranceles y sumar serias restricciones al ingreso de nuestros productos al mercado norteamericano, ahora extendidas al acero y al aluminio. Esta avanzada proteccionista fue recibida con sordina por el Gobierno, ya que todos los cartuchos están puestos en lograr que Trump interceda ante el FMI para que el Organismo acceda a brindarle ayuda adicional suficiente para mantener la calma cambiaria hasta las elecciones de medio término.
No será tarea sencilla. Precisamente el salvataje que en 2018 el mismo Trump facilitó a Macri ubicó a nuestro país como el principal deudor del FMI, representando hoy el 28% de su cartera total. La urgencia que tiene el Gobierno por dar alguna señal al mercado sobre la disponibilidad de fondos que ayuden a neutralizar la sangría de reservas internacionales se reflejó en el dictado de un DNU que, violentando la legislación vigente, aprueba nuevo endeudamiento con el FMI. No hay precisión alguna sobre el monto, los plazos ni, menos aún, las condicionalidades que acarrea el acuerdo. Lo que sí se anticipa es que se permutaría deuda intra-sector público, de renovación automática, pagadera en pesos y a tasa muy baja, por nueva deuda con el FMI, en su condición de acreedor privilegiado.
En paralelo, nuestra capacidad de repago está siendo muy afectada por un movimiento de pinzas; por un lado, la apertura importadora en el contexto de un mundo crecientemente proteccionista y, por el otro, el abandono de objetivos de desarrollo industrial y tecnológico y la promoción del extractivismo de la mano de un régimen, como el RIGI, que libera a las empresas del compromiso de liquidar sus exportaciones en el mercado local. Esto es, el milagro de la “enfermedad holandesa” con la que algunos sueñan (a partir de la expansión de la minería y la energía) puede no tocar el suelo argentino. Dicho de otro modo, la holgura del sector externo que se buscaba a través de la promoción de estos enclaves de gran escala queda seriamente afectada con las condiciones establecidas por el RIGI.
En este marco, el acuerdo Mercosur-UE firmado en diciembre de 2024 supone un recorte adicional de los espacios para el desarrollo industrial y tecnológico de nuestro país. En el diálogo con Cecilia Todesca Bocco que se presenta en esta edición de FIDE CyD se profundiza el análisis de este tema y se aborda también un abanico de cuestiones imprescindibles para identificar los grados de soberanía, las relaciones de fuerza y el contexto geopolítico en el marco del cual poder pensar un proyecto de reconstrucción nacional y regional.
