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Hola FMI, adiós soberanía

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“... el blindaje ¿no se convierte en una trampa mortal al remachar el régimen de política económica que nos ha llevado hasta este punto y agravar la deuda dependencia”. FIDE, C y D # 265. Enero 2001

La dimensión alcanzada por la crisis externa aceleró los tiempos de la política en todos sus frentes. El Gobierno debió asumir el enorme costo político de salir corriendo a pedir el auxilio del FMI, ante la evidencia de que la burbuja financiera construida por el BCRA se estaba desinflando, generando presiones insostenibles sobre el mercado de cambios. La pulseada cambiaria de mayo dejó a la economía funcionando con tasas de interés del 40%, el dólar un 26% más caro que a principios de año, un ritmo de inflación cuyo piso supera, de acuerdo con las estimaciones del mercado, el 27% y una desaceleración en los niveles de actividad que inercialmente conducen a una fase recesiva. En ese marco la asistencia del FMI se presenta como un respirador artificial que, en el mejor de los escenarios, le otorgaría  algunos meses de sobrevida al actual proceso de financiarización que hegemoniza el funcionamiento de la economía argentina.

El nuevo programa con el FMI no tiene grandes novedades: ajuste fiscal, flotación del tipo de cambio y reformas estructurales. Se trata del mismo (y anacrónico) libreto neoliberal, que de manera acrítica, atemporal y ahistórica, reproduce en todos sus programas de asistencia financiera. No hay razón objetiva para pensar que esta vez los resultados van a ser distintos.

Aunque los funcionarios insistan en que el programa no fue impuesto sino que es de “producción nacional”, ésta es una verdad a medias. Es cierto que la afinidad ideológica entre el Gobierno y el FMI es total, también que sin mediar acuerdo alguno ya se venía desplegando un fuerte ajuste fiscal, pero ingresar a un acuerdo stand by como el comprometido supone encorsetarse en una red de condicionalidades que vuelven a pulverizar los espacios de soberanía del Estado.

Cómo piensa el FMI que nuestro país puede reducir el déficit en cuenta corriente en un contexto de apertura comercial como la que impulsa el Gobierno y el organismo propone profundizar? La experiencia histórica enseña que el antídoto proviene de una mezcla de devaluación y recesión. Más complicado aún es cómo se paran frente al fenómeno de fuga de capitales materializada en la creciente dolarización de ahorros de los argentinos. ¿Le demandarán al Gobierno que vuelva a colocar controles de capitales tal como está previsto en su estatuto? Difícil: ello va muy a contramano de los intereses del capital financiero. En ese marco lo previsible es que los dólares del FMI ingresen por la puerta de la deuda y salgan por la ventana de la fuga, otra vez.

Se avecinan tiempos muy difíciles, con niveles crecientes de conflictividad social. Ya no habrá espacio para crecer. Mientras tanto, el Gobierno avanzará con un proyecto de ley para convertir al BCRA en el principal enemigo de un plan de desarrollo. Ya no podrá financiar al Tesoro, tendrá un mandato único referido al control de la inflación y se sumergirá de cabeza en un esquema (inútil) de metas de inflación. Luego vendrá la Ley de Presupuesto, que tendrá que reflejar el monumental esfuerzo de contracción del gasto público acordado con el FMI. En este escenario, la dirigencia política tiene una responsabilidad enorme. No podemos convalidar la extorsión de que éste es el único camino posible. El desafío pasa por definir alternativas viables y reconstruir una correlación de fuerzas en condiciones de impulsar un proyecto de desarrollo y equidad.

Mercedes Marcó del Pont

Fide

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